Una compañera mexicana me habló una vez de la «Santa Muerte», esa deidad falsa de herencias precolombinas a la que los descastados y criminales rezan porque ningún otro atendería sus súplicas.
A un servidor, aparte de la poesía, no se le da bien rezar [como decían en Conan, «no sirvo para ello»] y parece que discutir es la única forma de escucharte y sentirte cerca, situación realmente triste. Sigo nadando como un caracol en una piscina vacía mientras marcho a la cama insomne por qué pasará mañana.
Observo cómo el busto de Lovecraft se ha quedado mudo, quizá para siempre...
Pero me despido recordando esta pieza musical que siempre les tarareo [mal, muy mal] a mis mellizos. Mozart debe servir para algo.
Hasta la próxima grabación y recordad que siempre hay algo bueno y malo en la Verdad. Todo el mundo tiene una.
Buenas noches, Nueva Orleans.
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