
«John muere al final» no es una novela al uso.
Dependiendo del punto de vista incluso sería complejo clasificarla como «novela» ya que nace de una serie de entradas episódicas del
blog de su autor que salían cada noche de
Halloween. Llegaron a llamar tanto la atención del director de
serie B Don Coscarelli (autor de la saga ochentera psicodélica
Phantasma) y del actor Paul Giamati que fue adaptada para la gran pantalla, con un éxito, obviamente, escasísimo que la ha transformado en obra de culto.
A caballo entre el género de humor y el de terror, empleando un código coloquial no exento de belleza en la efectividad de su técnica, nos sumerge en un mundo complejo y chispeante, un «Narnia de mierda» (utilizando las propias palabras de uno de los personajes principales, John, ese tipo tan duro como fantasmón, eterno adolescente que no puede dejar de hablar del tamaño de su polla), con herencias de la ciencia ficción, la teoría de la conspiración, el multiverso y el horror cósmico de Lovecraft mezclado con una intención gamberra y desenfadada.
Los personajes principales, entre los que se encuentra una perra vagabunda que parece tener mentalidad propia, no solucionan ningún conflicto de manera heróica, sino que van tirando como pueden y, en la mayoría de ocasiones, salvan su vida (que no parece importarles mucho) por mera acción del azar o la torpeza de sus antagonistas. Nada es serio en el mundo de David y John (son nombres ficticios, si tú quieres también puedes cambiarte el nombre), que conforman una pareja bien avenida de «cazadores paranormales», cimentada en alcohol, tabaco, comida basura, videojuegos, irresponsabilidad y la percepción extrasensorial que les proporciona una droga de origen transdimensional llamada «salsa de soja».